sábado, 8 de marzo de 2014

Dos maneras







El poeta que sabe frente al que dialoga.

Lorca: el poeta que sabe.
Bécquer: el poeta que dialoga.

Un poeta que sabe no da explicaciones.
Un poeta que dialoga da explicaciones. ("no penséis que agotado su tesoro...")

Un poeta que sabe no duda. Da números ("La aurora de Nueva York tiene / cuatro columnas de cieno"). No habla consigo mismo para alumbrarse sino que sentencia con los ojos cerrados. Un poeta que sabe va de farol con la realidad. Le dice a la guitarra que la conoce mejor que ella, y, ante el silencio de ésta, anota su victoria.

Un poeta que dialoga, dialoga consigo mismo sobre todo, sobre todo con la parte de sí que no entiende, o que le ataca o le traiciona. También con la realidad: le lanza reproches, quejas, agradecimientos, peticiones. Con eso, nunca la atrapa, pero así se queda en el terreno adecuado de la lírica: el yo subjetivo.

Un poeta que sabe es admirable.

Un poeta que dialoga es accesible.

Los poetas que saben utilizan sobre todo aseveraciones, enunciaciones. También imperativos. Los que buscan, dialogan, utilizan más variedad de tonos: interrogaciones, enunciaciones, dubitaciones. También usan frecuentemente la segunda persona en sus verbos, además de la tercera. La tercera, para ellos, suele ser sinónima de la primera, lo cual jamás es el caso en los poetas que saben.

Un poeta que sabe tiene la piel curtida, acorazada. Da impresión de invulnerabilidad.

La piel suave o herida de un poeta que transparenta el proceso es un elemento más de su poesía.

Un poeta que sabe suele incluir otras voces en su poesía: terceras personas hablan y el poeta es su conocedor omnisciente. No son voces enigmáticas para el poeta, aunque puede que sí para el lector.

El otro tipo de poeta no suele tolerar otra voz en el poema que no sea la suya. Su voz puede no ser comprensible, pero sí es cálida, como el aliento humano.

Los poetas que saben con frecuencia crean artefactos perfectos. Uno tras otro.

Los que buscan se sienten incómodos con estos objetos redondos. Aunque los crean a veces, siempre parece que se alejan rápidamente de ellos, o que dejan un espacio para el aire, un vacío en  torno. Siempre tienen menos objetos perfectos que ensayos imperfectos.

A veces a un poeta imperfecto le gustaría ser un poeta perfecto. Los perfectos, sobre este tema, callan.


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